límites
yo conocí un río, destruido por algunos millones de pesos.
era la época de
los ajustes y a nosotros, pobrecitos
los pantalones
nos quedaban grandes
había que
hacerle un agujero más al cinto
o raspar la olla, al más triste estilo Chaplin
para ver si podíamos comer
al menos, los cordones, las suelas de las botas de los canas
cuando repartían palos y balas de goma.
para ver si podíamos comer
al menos, los cordones, las suelas de las botas de los canas
cuando repartían palos y balas de goma.
yo conocí ese
río que, dividía la ciudad en dos
entre los que
podían ser salvados
y los que no
y yo, no podía
ser salvado
me encontraba en
el lado marginal de la ciudad, pero
igual amaba al
río.
un día cayeron
los árboles, volaron los pájaros, dejaron sus nidos
y la ciudad
cambió, como cambian el foco de algún cuarto, como se cambia el sol
el medio
ambiente o los ecosistemas
como se cambia
todo hoy en día.
si un árbol cae
en la ciudad, entre el tanto tránsito de gente ¿hace algún ruido?
¿es más fuerte
el eco de los árboles cayendo que la topadora que los derribó?
¿son más sonoros
los cacerolazos de los ciudadanos que la lluvia de balas de la ley?
yo camino, sin
descanso, con este agujero en la media
por las calles
del olvido, de la desmemoria
tratando de
recuperar mi juventud
la que, por
decreto, me quitaron.
por el río corrió sangre, corre y correrá mañana
mientras las
balas sigan cayendo, como lluvias de dios.
(de Casa rodante, 2019)
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